Mujer Desde El Corazón TV

¿Quien es nuestro niño interior? Sirey Oviedo Loaiza

Nuestro Niño interior es una parte antigua de nosotros mismos que aparece en forma de emociones.

SANIDAD DEL NIÑO INTERIOR

Sirey Oviedo Loaiza - Psicóloga

11/30/20234 min read

Nuestro Niño interior es una parte ancestral que se manifiesta a través de emociones, pensamientos y sentimientos en situaciones específicas que lo despiertan. Durante la infancia, todos llevamos consigo heridas emocionales que no logramos sanar completamente. Este Niño interior representa nuestro pasado: las emociones, pensamientos y sentimientos, así como las estrategias que aprendimos para sobrevivir en el entorno que nos rodeaba, dejando heridas que aún permanecen abiertas.

¿Cómo surge o cómo se forma?

Las necesidades son el motor que impulsa al ser humano. Cuando sentimos hambre, podemos resistir un tiempo, pero eventualmente buscamos satisfacer esa necesidad. Lo mismo sucede con las necesidades emocionales; el ser humano está constantemente en la búsqueda de su satisfacción.

¿Cómo reconoce un niño que tiene una necesidad?

Los niños no tienen pleno conocimiento de sus necesidades; es responsabilidad de los adultos (padres/cuidadores) enseñarles y satisfacer esas necesidades. Por ejemplo, cuando somos bebés, experimentamos malestar en la pancita; lloramos porque es la única forma de comunicarlo. En ese momento, un adulto mamá acude ante ese llanto y nos da de mamar (chupón). El bebé no sabe qué pasó, sólo que ese malestar en la pancita cesó.

Luego nos damos cuenta que esa comida hay que cocinarla, más adelante descubrimos que esa comida se tiene que comprar y que para comprarla hay que tener dinero, que para tener dinero hay que trabajar para ganarlo. Y así es como el adulto sabe qué debe hacer cuando siente hambre. Aprende cómo satisfacer sus necesidades. Y es por eso que no vemos a un adulto llorando porque nadie le ha dado de comer. Sería extraño acercarse a preguntar y que nos dé esa respuesta, probablemente preguntemos si no tiene dinero o si tiene una complicación. Jamás imaginamos que sea que está esperando, como un bebé, que alguien le satisfaga la necesidad.

Las necesidades emocionales son más sutiles y subjetivas. Cuando un bebé llora, los adultos tienden a primero verificar si tiene hambre o si tiene frío, si tendrá su pañal sucio, si tendrá sueño y lo último que hacemos es tomarlo en brazos y "chinearlo". Lo último en lo que pensamos es el que bebé necesite simplemente afecto.

Porque son tan subjetivas estas necesidades que pueden ser incluso gemelos y uno necesitar más brazos que el otro. Y es que entendamos, viene de estar en un ambiente súper seguro, cualquier nuevo estímulo les da miedo. Hay una necesidad de seguridad muy fuerte. Los bebés necesitan que un adulto acuda a ellos cuando sienten miedo, para saber que la seguridad existe.

El niño al sentir que esos vacíos quedan, buscan sobrevivir.

Los niños sobreviven mientras dependen de un adulto.

Ahora entendamos que la necesidad básica de todo ser humano es sentirse querido y aceptado. El niño resume el resultado de una conducta en “me quiere o no me quiere”, “me hace sentir visto o no visto” de aquí se desprenden muchas otras necesidades.

Si por ejemplo, papá o mamá me regañaba cada vez que yo me sacaba una mala nota, probablemente me sentía que no me querían o que no era lo suficiente, ante esto el niño puede autoexigirse con tal de no “decepcionar” a sus papás, o rebelarse porque cuanto más mal le va, más atención de sus papás reciben.

Es impresionante la capacidad del ser humano para sobrevivir, esto es parte del instinto porque no es como que un niño planifique todo eso, ¿debe de ser muy inconsciente?

Exactamente ocurre de manera muy inconsciente movidos por tal necesidad. Porque así funcionan estas. Imagínate que si dejamos a un vegetariano sin comer por semanas, si le damos un pedazo de carne probablemente se le olvide que es vegetariano y se lo coma. O las personas que sobreviven tomando sus propios orines para no morir de sed. Normalmente no pensamos en hacer algo así, pero hay que encontrarse en el momento para ver la capacidad del ser humano para buscar sobrevivir. El niño en su momento busca los mecanismos necesarios, portarse mal, ser demasiado bueno, sacarse solo buenas notas, quedarle bien a todo el mundo, no fallar, no defenderse, estar a la defensiva, intentar siempre ser fuerte, no llorar etc.

¿Cómo es que todo esto llega a influenciar en la adultez?

Este niño que aprendió a sobrevivir, que encontró las maneras y la forma para hacerlo dentro de sus limitantes, resulta que crece, pero crecer físicamente no significa crecer emocionalmente. Entonces llega a ser adulto, pero ante ciertos momentos donde se nos “activa el niño” (situaciones que rememoran esos momentos de infancia) seguimos actuando como ese niño aprendió. Entonces si me siento incómoda en algún lugar no me voy, porque “como voy a quedar mal”. Y así con todos esos “mandatos” que recibí y aprendí a actuar sin cuestionar por temor a no ser querido o aceptado.

Pero crecimos, ya no somos los mismos, el contexto es totalmente diferente a cuando éramos niños.

Ahí es donde podemos hacer la diferencia precisamente. Probablemente si mi mamá esta noche cocina algo que no me gusta, hoy día yo puedo decir que no quiero y me pido algo para comer, antes me obligaban. Si no me gustaba estar en un lugar me obligaban, incluso a jugar con quien no me caía bien o me maltrataba, ya como adulto yo puedo decidir con quién quiero o no estar o donde.

Pero incluso a veces seguimos manteniéndonos en lugares sintiéndonos como esa niña que creía que si se quedaría sola o no la querrían más por poner sus límites o defenderse.

Al reconocer que somos adultos podemos entender que yo ya no soy la misma niña indefensa que no tenía otra opción, ya yo puedo decidir. Ya yo puedo darme aquello que necesitaba y no me dieron. No tengo porque estar esperando recibirlo de otras personas. Trabajar con mi niño interior implica que ahora soy yo el que se encarga de sanar las heridas de ese niño, no podemos cambiar el pasado, lo que vivimos y nos ocurrió, pero hoy soy yo quien puede definir cómo vivir su presente y construir un